El Payaso en la ventana

Les quiero contar una historia que me pasó sobre payasos. Desde que tengo memoria, los payasos me han aterrorizado. No sé si fue por sus sonrisas exageradas o sus ojos maquillados, pero cada vez que veía uno, sentía un escalofrío recorriendo mi espalda. Sin embargo, mi madre nunca lo entendió. "Son solo personas con disfraces", decía, sin darse cuenta de lo que veía cada noche.

Todo comenzó cuando cumplí ocho años. Mis padres me regalaron un globo enorme con la cara de un payaso impresa en él. Fingí una sonrisa y lo dejé flotando en mi habitación, pero esa misma noche desperté con la sensación de que alguien me observaba.

Me giré en la cama y vi algo en la ventana. Un rostro pálido con una sonrisa roja y enorme me miraba desde afuera. Su nariz roja brillaba bajo la luz de la luna. Me paralicé. No podía gritar. Solo cerré los ojos con fuerza y me cubrí con la manta, rogando que fuera mi imaginación. Sinceramente no sé si solo fue una pesadilla pero yo lo recuerdo muy real.

A la mañana siguiente, el globo del payaso estaba en el suelo, desinflado y con la cara arrugada, como si hubiera sonreído aún más. Quise decirle a mi madre, pero sabía que no me creería. Ya ni sabía que hacer con el globo, la verdad me aterraba mucho y hasta ahora me sigo preguntando por qué me pasó esto.

Las noches siguientes fueron peores. Cada vez que abría los ojos, el payaso estaba allí, pegado a mi ventana, golpeando el cristal suavemente con sus uñas largas y sucias. Una noche, reuní valor y corrí al cuarto de mis padres. Pero cuando mi madre revisó la ventana, no había nada. "Fue un sueño", dijo, apagando la luz.

Pero está vez no era un sueño.

La noche siguiente, me armé con una linterna y esperé. Cuando el golpeo comenzó, encendí la luz y lo vi claramente. Su piel era falsa, como una máscara de goma estirada sobre un rostro que no era humano. Sus ojos eran negros, sin pupilas, y su boca se abrió lentamente, mostrando dientes afilados.

Corrí al pasillo, pero me detuve en seco. Había globos en el suelo, muchos globos de colores. Uno explotó solo y escuché un susurro: "Ven a jugar..."

Grité con todas mis fuerzas. Mis padres despertaron y encendieron todas las luces. Buscaron por la casa, pero no encontraron nada. Solo los globos, desinflados, esparcidos por el suelo.

Después de esa noche, mis padres instalaron rejas en las ventanas y me dejaron dormir con la luz encendida. Pero yo sabía la verdad: los payasos no pertenecen solo a los circos ni a las fiestas. Algunos esperan en la oscuridad, sonriendo, esperando el momento perfecto para entrar.

Y desde que mis padres pusieron más seguridad ya no lo volví a ver, pero siempre se aparecía en mis pesadillas en una forma muy aterradora; quiero pensar que solo fue una broma de alguien que se metió a la casa, aunque se me hace raro, lo bueno es que todo se calmó...