Estacionar en Montevideo: una prueba de paciencia y odio.
Montevideo: la ciudad donde estacionar no es solo un desafío, es un acto de fe. Porque aquí, a diferencia de otros lugares civilizados donde las líneas en el suelo indican dónde va cada auto, no hay nada. Es el Lejano Oeste del estacionamiento. Acá cada uno deja el auto donde le parece, y que el resto del mundo se arregle. Y en medio de esta anarquía automovilística, surge la peor plaga de todas: el tipo que estaciona ocupando dos lugares. Lo han visto? Lo han sufrido? Por supuesto que sí. Porque en Montevideo no hay líneas pintadas que le digan a la gente: “Amigo, el espacio es este, meté el auto acá.” No. Acá todo es un gran gris donde cada uno interpreta el espacio como si fuera un test de Rorschach. Entonces llega el campeón, estaciona su auto y decide que lo mejor es dejar un espacio insuficiente a cada lado, lo justo para que no entre otro auto pero tampoco sea evidente que es un imbécil. Es un trabajo de precisión quirúrgica: podría haber dejado 30 cm más adelante o atras, pero no, eligió el punto exacto para arruinarle la vida a todos. Y lo peor es que cuando lo ves bajar del auto, el tipo no tiene cara de vergüenza. No, no. Se baja con orgullo, como si acabara de hacer una obra maestra. Como si fuera un artista del espacio público. Y lo mirás, tratando de transmitir con la mirada un mensaje de “En serio?”, pero él sigue de largo, ajeno a su propio desastre. El resultado: un estacionamiento que podría haber albergado cinco autos, ahora tiene solo tres, y un tercero intentando meterse en un hueco imposible mientras un amigo afuera le dice:
—“Dale, dale… ¡No, pará, pará, pará!”
Y lo peor es que cuando los confrontás, tienen excusas para todo:
- “Pa, no me di cuenta.” – Claro, flaco, porque estacionaste con los ojos cerrados.
- “Es que necesitaba espacio para salir.” – Para salir de qué? De una nave espacial?
- “Ah, pero no hay líneas, cómo querés que sepa?” – No sé, probá con el sentido común.
Porque claro, si la Intendencia no pintó líneas en el suelo, algunos ciudadanos interpretan que el universo les ha dado libertad total para hacer lo que se les cante. Pero bueno, así es Montevideo. Si encontrás un lugar para estacionar, agradecé y aceptá que el 80% de la población no tiene la menor idea de cuánto mide su propio auto. Y si no encontrás… bueno, hacé lo que hacen todos: dejalo en doble fila, poné las balizas y convencete de que es “un segundito”.